La fiebre: un mecanismo de defensa para combatir las infecciones

La fiebre es un padecimiento común que se produce por varias causas como, por ejemplo, tener una infección bacteriana o contagiarse de virus.

En este sentido, se manifiesta como mecanismo de defensa para combatir los microorganismos dañinos que atacan a nuestro organismo. Sin embargo, cuando la temperatura aumenta a 39,4 °C o supera esa cantidad, es necesario acudir inmediatamente al médico para una respectiva evaluación.

Síntomas de la fiebre: sudoración y sensación de frío

Generalmente, la fiebre es sinónimo de que algo no está bien en el cuerpo. Por lo tanto, el hipotálamo (termostato) situado en el cerebro, incrementa automáticamente el nivel de temperatura en el organismo, sobrepasando el límite normal promedio de 37 °C.

Mayormente, los afectados sienten frío, dolores musculares y de cabeza, dando paso a otros síntomas secundarios como debilidad, pérdida del apetito y deshidratación.

Este malestar afecta a niños y adultos. En el caso de los primeros, se debe tener un mayor control, usando un termómetro constantemente o en otras palabras, tener un registro de cómo ha evolucionado la temperatura de los infantes, para evitar convulsiones u otros problemas.

Casos en los que se recomienda asistir rápidamente a un especialista

En el caso de los pequeños, es recomendable visitar inmediatamente al médico cuando vomitan regularmente, tienen dolor de cabeza o cuando la fiebre persiste más de tres días.

Con relación a los adultos, deben solicitar atención médica inmediata, si comienzan a tener erupciones en la piel, vómitos o malestar en la cabeza.

Asimismo, cuando sienten dificultad para respirar, rigidez en el cuello, sensibilidad a la luz, convulsiones, confusión mental, dolores en el pecho, abdomen o al orinar.